El castillo de Fantova,conjunto histórico levantado sobre un promontorio escarpado, es una antigua fortaleza altomedieval en la que sobresalen la torre militar de 20 metros de altura, de planta circular y levantada por maestros lombardos, y la ermita románica de Santa Cecilia. A escasa distancia se encuentran las también románicas ermitas de San Gregorio, San Clemente y la de la Virgen de las Rocas en Güel. En la población más cercana, La Puebla de Fantova, destaca su interesante casco urbano.
sábado, 17 de noviembre de 2007
Historia del Castillo de Fantova
Historia: Era un auténtico burgo; el símbolo del poder militar y religioso que regía a los habitantes de un valle que vivían en casas desperdigadas por la ladera, de las que aún quedan algunas, ruinosas o cerradas salvo la importante casa Turmo, situada sobre un collado al pie mismo del cerro del castillo. Algunos siglos después, la población del valle se concentró mucho más abajo, en la Puebla de Fantova. El Castillo de Fantova está encumbrado en una montaña a pocos kilómetros al este de La Puebla de Fantova, vigilando sierras agrestes y valles en la parte meridional del condado de Ribagorza. Sus primeras noticias datan del año 960, en que el obispo de Roda consagró la iglesia de Santa Cecilia en el castro de Fantova, construida por el conde Ramón II. Este y el desaparecido de Güel eran las avanzadas del condado frente a los castillos musulmanes de Alascor -Lascuarre-, Laguarres y Castigaleu, que fueron conquistados por Sancho el Mayor cuando se adueñó del condado de Ribagorza -1017-. Conocemos documentalmente los nombres de varios léñenles de Fantova de 1076 a 1164.Como en otros muchos castillos e iglesias oscen-ses, debemos a Cardús las primicias del descubrimiento de este evocador lugar, pues Fantova es algo más que un rudo castillejo de montaña. Es una reliquia de lo que fue una célula de la vida y de la muerte en los azarosos s. X-XI. Descripción: El cerro de Fantova aparece cubierto por encinas y malezas sobre las que emerge una cresta rocosa, de unos 50 m de eje máximo, que estuvo amurallada por el lado más accesible, al sureste, donde, protegiendo la rampa de acceso, subsisten elevados muros de piedra con saeteras de época imprecisa y restos de algún edificio. Casi al borde de la punta nordeste de la plataforma se alza la airosa torre del castro, de unos 9 m de diámetro, siendo una de las que mejor conservan su integridad a pesar de te¬ner el remate destrozado -ya se ha rehabilitado-. Es de manipostería revestida externamente por sillarejos grises muy bien rejuntado, alcanzando un espesor de poco más de dos metros. La puerta se halla a bastante altura, es muy rasgada y de arco semicircular con dovelas muy similares a las que vemos en las partes más antiguas de Loarre; desde ella se sube a lo alto por una escalera empotrada en la pared. Hay varias saeteras, pero sólo la planta alta debía estar bien iluminada a juzgar por dos de las variadas ventanas que tendría; son análogas a la puerta pero más estrechas. La planta baja conserva su interesante bóveda, de piedras bastas en forma de arista, resolviendo ingeniosa¬mente el paso del círculo al cuadrado. Esta interesante torre puede muy bien ser de los primeros lustros del s. XI, tal vez la más antigua que hay en los castillos altoaragoneses. En el extremo opuesto a la torre está la iglesia de Santa Cecilia, consagrada por segunda vez en 1103, y bien puede ser de esta fecha su rústica fábrica de nave única con ábside semicircular, exenta de decoración. A sus pies tiene adosado un original campanario de planta semicilíndrica, de piedra análoga a la de la otra torre de defensa, aunque de proporciones mucho menores. De este modo, Fantova aparece como algunos castillos de comarcas montañosas, con una torre en cada extremo, muy frecuente, por ejemplo, en Alsacia. Una gran parte del espacio intermedio sirvió de cementerio hasta tiempos relativamente recientes. Para completar el interés que despierta esta roca de Fantova, hay talladas en ella tumbas antropomorfas, según costumbre en los ss X-XI a lo largo de la cordillera prepirenaica. Del recinto murado, destacan la entrada en recodo, uno de cuyos muros laterales se conserva hasta la altura de dos plantas con su respectivo retranqueo y una hornacina de medio punto en la segunda planta. Del muro opuesto sólo se conserva el basamento. Podemos pensar, idealmente, que se trataría de una entrada cubierta con pisos de madera de carácter defensivo. Hay un detalle en el frente del muro largo de esta entrada en codo que ha pasado desapercibido. Es la existencia de tres salidas o agujeros rectangulares a la misma altura y en el tramo bajo del paño. Son aspilleras de pronunciadísimo derrame e idénticas características que las trazadas en las murallas de Abizanda, Paño y Loarre. El canal intramural de la esquina meridional es enorme por el interior, cuidadosamente tapizado de piedra. Que son aspilleras para verter líquidos de fácil combustión y no desagües, lo demuestra el hecho de su situación ante el único camino de entrada posible, por tanto punto a defender; el resto de la prolongada muralla es ciego. Si esta pared protegía ya en el año 1015, estamos ante el origen de este tipo de aspilleras, incorporado poco después en Abizanda y Loarre. Arquitectónicamente son engorrosas de ejecutar, pues exigen una buena planificación en la construcción del paramento. La diferencia con Loarre o Abizanda es que aquí en Fantova solamente emergen en el punto más débil, la entrada del castro, mientras en los otros recintos son más numerosas, llenando dos lienzos. |
La Puebla de Fantova y la Longaniza
Una tradición A finales del año 1.700, se asentaron en Graus, varias familias procedentes de la localidad zaragozana de Maella.Uno de los varones llegados a la villa, casó con una mujer oriunda de la comarca (La Puebla de Fantova), y a raíz de esta unión, fundaron la que fue primera carnicería de Graus. Junto con la venta de carne, también se dedicaron a la elaboración de embutidos, que implantaron en la comarca con el nombre de "Casa Maella".Con el paso de los años, y hasta hoy, se ha mantenido la tradición y el buen hacer inicial que, apoyado con las nuevas tecnologías, hacen que los embutidos "Casa Maella" tengan el mismo sabor de antaño. |
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