El Conde Drácula, aquel vampiro de Transilvania conocido por varias generaciones, ha atormentado la imaginación del mundo durante 109 años. Este noble de colmillos prominentes emergió desde las sombras el año 1897, gracias a la novela "Drácula", del autor irlandés Bram Stoker.
El Castillo de Bran fue construido en 1212 por Dietrich, un caballero de la Orden Teutónica. En 1377, la antigua construcción fue destruida y en su lugar se erigió un castillo de piedra y ladrillo.
Desde fines del siglo XV pasó a ser propiedad de los sajones de Brasov. En 1412, Mircea el Viejo - el abuelo del príncipe Vlad - pasó a ser su nuevo dueño.
Alrededor de 1430 nació el príncipe Vlad. La leyenda dice que su padre habría sido iniciado en una hermandad secreta llamada el Dragón (dracul), y de ahí el nombre que habría heredado su hijo.
No obstante, de acuerdo a algunos investigadores, el apodo se originó entre los pobladores de Valaquia, quienes debido a las temibles acciones de su amo, le habrían llamado en lengua rumana "el hijo del diablo". Vlad ascendió al poder luego de que su padre fue asesinado. Poco tiempo antes el príncipe había sido apresado por los turcos. Con ellos ofició como soldado y aprendió gran parte de los métodos de tortura, entre ellos el empalamiento, es decir, atravesar a las personas con un palo.
El príncipe gobernó en tres ocasiones la región de Transilvania, hasta que en 1476 fue asesinado por los otomanos. Contra ellos emprendió la batalla más dura. Según la creencia popular empaló a más de 50 mil personas.
Cerca de 1920 el castillo fue regalado a la Reina María, esposa del Rey Fernando I, en gratitud a su contribución a la incorporación de Transilvania a Rumania. En 1938 la reina se lo heredó a su quinta hija, la princesa Ileana, esposa del archiduque Antón de Hasburg. Luego de la II Guerra Mundial y la llegada del comunismo al poder en Rumania, la fortaleza fue confiscada. En 1990 la princesa Ileana pudo regresar.
El condado de Brasov, situado en el centro de Rumanía, ha pedido un préstamo de 60 millones de euros a un banco extranjero para costear la compra del castillo de Drácula, que el Gobierno de ese país había devuelto a su legítimo propietario tras expropiarlo en 1948.